martes, 3 de mayo de 2016

    Mi alma vagaba lejos de mi cuerpo
    en la brumas perdida de la idea,
    perdida allá en la notas de la música
   que según dicen cantan las esferas;
   y yacía mi cuerpo solitario
  sin alma y triste errando por la tierra.
  Nacidos para arar juntos la vida
  no vivían; porque el era materia
  tan solo y ella nada mas que espíritu
 buscando completarse, ¡dulce Eugenia!
 Mas brotaron tus ojos como fuentes
de viva luz encima de mi senda
 y prendieron a mi alma y la trajeron
del vago cielo a la dudosa tierra,
metiéronla en mi cuerpo, y desde entonces
¡y solo desde entonces vivo, Eugenia!
Son tus ojos cual clavos encendidos
que mi cuerpo a mi espíritu sujetan,
que hacen que sueñe en mi febril la sangre
y que en carne convierten mis ideas.
¡Si esa luz de mi vida se apagara,
desuncidos espíritu y materia,
 perderme en brumas celestiales
 y del profundo en la voraz tiniebla! .
                                         

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